Hoy en día los pagos con tarjeta son tan naturales como el dinero en efectivo, pero no siempre fue así. Esta es la historia del nacimiento de uno de los medios de pago más extendidos en el mundo que hoy está dando paso a un nuevo modelo: los pagos móviles.
Corría 1949 cuando Frank X. McNamara, número uno de Hamilton Credit Corporation, compartía una cena en Nueva York con su abogado Ralph Schneider y su amigo Alfred Bloomingdale. Al llegar la cuenta se percató de que había olvidado su cartera en casa. ¡No tenía dinero para pagar! En aquella oportunidad tuvo la suerte de que su esposa fue al restaurante y pagó la cuenta.
Después del incidente, una idea comenzó a darle vueltas en la cabeza: cómo conseguir un sistema de pago seguro para que una persona pagara a crédito y lo pudiera hacer en varios establecimientos con un mismo medio. En 1950, regresó al restaurante donde ocurrió la anécdota y pagó con una tarjeta de cartón. Había fundado Diners Club.
Y aunque a principios del siglo XX hubo un par de intentos fallidos de emitir las primeras tarjetas de crédito, no fue hasta después del episodio protagonizado por McNamara en que vio la luz el concepto de este medio de pago tal y como lo conocemos en la actualidad. En un primer momento, ese “club de cenadores”, nombre en honor a la famosa cena, entregó 200 tarjetas de papel válidas para utilizarse en 15 restaurantes de la ciudad.
Quien poseía esta tarjeta debía exhibirla a la hora de abonar su comida. El restaurante copiaba en una planilla los datos que figuraban en ella y el cliente la firmaba. Esta documentación se enviaba a las oficinas de Diners Club para que, luego de ser verificada, se entregara el dinero de los pagos al local y se le exigiera la deuda al comensal a final de mes y sin intereses. Por ese papel de intermediario, Diners Club cobraba al cliente una comisión de 3 dólares anuales por mantenimiento y al establecimiento, un 7% por cada transacción.
"Desde sus inicios, la tarjeta de crédito tuvo gran éxito. Empezaron usándola 200 clientes y en apenas un año el número llegó a 20.000"
De la tarjeta de cartón al contactless
Diez años después de la anécdota de McNamara, en 1959, comenzaron a desaparecer las planillas manuales gracias a la incorporación de la banda magnética que almacena toda la información de la tarjeta. Este avance permitió minimizar los tiempos a la hora de pagar ya que los datos eran enviados automáticamente.
En España, la primera tarjeta de crédito se emitió en 1971 con un límite de 25.000 pesetas y un pago del 10% por concepto de intereses si se deseaba postergar la cancelación de la deuda al finalizar el mes. En un principio, este medio de pago no estaba automatizado, cada comercio debía llamar a un centro autorizador antes de aceptar el pago con tarjeta.
Según datos del Banco de España, a finales de 2017 había en circulación 52,35 millones de tarjetas de crédito. El crecimiento del “dinero de plástico” sigue imparable y lo hace acompañado de innovaciones para mejorar la seguridad y adaptarse a la evolución de los medios de pago.
Actualmente las tarjetas cuentan con un chip que incorpora un nivel de seguridad mayor al ser más compleja su lectura (solo realizable con un equipo otorgado por instituciones supervisadas). No es necesario, como antes, firmar el recibo de la tarjeta porque se introduce un número PIN. Además, ya es una realidad la tecnología contactless. El sistema NFC (Near Field Communications) en los terminales lectores evita la necesidad de contacto entre la tarjeta y el lector, basta con aproximarla para que se complete la transacción.
"A finales de 2017, había 79,28 millones de tarjetas circulando en España; 52,35 millones eran de crédito"
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Un futuro con tarjetas de crédito invisibles
La innovación en los sistemas de pago, también gracias a la tecnología contactless, ha permitido que se puedan realizar pagos directamente desde el móvil, sin necesidad de sacar la tarjeta de la cartera. Incluso, se está incorporando a otros artículos que llevamos cotidianamente, como anillos o llaveros, para poder realizar nuestros pagos con tarjeta desde estos objetos.
Comienzan a expandirse las transferencias directas entre usuarios con el móvil y ya estamos conviviendo con las primeras etapas de validación de datos mediante un selfie, escaneo de retina o huellas dactilares, prescindiendo por completo de la tarjeta para comprobar la identidad del usuario. Incluso se realizan pruebas con chips colocados debajo de nuestra piel. El futuro de los medios de pago es impredecible, pero podemos arriesgarnos a afirmar que el “plástico”, tal como lo conocemos, tiene los días contados.